Foro Viajar a Bolonia
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Los 3 días en Bolonia de Edu y Eri

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Los 3 días en Bolonia de Edu y Eri Empty Los 3 días en Bolonia de Edu y Eri

Mensaje  Admin Vie Oct 03, 2008 11:46 pm

Aquí tenéis el reato de dos estudiantes de Historia que viajaron a Bolonia por placer.

Podéis leer el relato también en su web, además de otros viajes por España y Europa: http://www.eduyeriviajes.com/index.htm

DIA UNO

¡¡¡Qué nervios!!! Tantos nervios teníamos que nos dejamos en casa los papeles con las reservas de los billetes de avión y de la habitación que teníamos en Bolonia. Tras una carrerita y perder un tren pusimos rumbo a Barajas, esta vez con todo en orden. Ya allí, lo de siempre: pasar los controles de seguridad, ver las tiendas esas libres de impuestos en lo que todo parece más caro de lo normal y esperar.

El avión fue divertido. Vimos buena parte de la Península desde arriba, luego la zona de Marsella y por último Italia, con un montón de montañitas nevadas. Hubo un poco de miedo, como siempre, pero en cuanto llegamos nos pusimos a hacer fotos como locos…

…y tanto es así que vino un “carabinieri” o como leches se diga a decirnos que borrásemos las fotos, que para atentados terroristas en Italia no aceptan turistas. El aeropuerto G. Marconni de Bolonia es chiquitito, y nos dieron las maletas en seguida. Además, el Aerobús, que nos dejaba en el centro de la ciudad, también vino en seguida. Tuvimos que pagar los 5€ de rigor, pero bueno, al fin y al cabo era imprescindible.



Mucho más pronto de lo previsto el autobús nos dejó en plena Via Ugo Bassi, desde donde fuimos por la Via Independenza hasta la Via dei Monari 3. Allí estaba nada más y nada menos que… ¡Il Albergo Minerva! Nuestro pequeño hogar durante la estancia en Bolonia. La verdad es que era muy pequeñito, pero a la vez acogedor, y aunque no tenía ningún lujo cumplía con lo básico: céntrico, tranquilo, limpio, con baño y con tele. Además, tenía una máquina de chocolate (el epicentro de nuestros desayunos) y un personal súper agradable, el cual era una familia que hacía turnos.



Como llegamos tan prontito, una vez nos pudimos entender con el recepcionista (el hijo de la familia) nos fuimos a la calle de al lado, la Via Manzoni, donde está el Museo Cívico Medieval. Al principio fue un poco aburrido (de hecho no tenían nada en español, solo en italiano e inglés), pero la parte de arriba nos dejó con la boca abierta. ¡Como molan las armaduras! Además, aunque el museo es medieval, tenían un montón de cosas de los conquistadores, y fue bastante divertido. También tenían unos cuantos códices miniados, que nos resultaron más que divertidos. Eso sí, por mucho museo que fuese no pudimos dejar de hacer el payaso :-P



A la salida del museo nos fuimos a comer a otro de los sitios que más molan de Bolonia: ¡PizzAltero! Hay dos o tres tiendas en la ciudad, aunque siempre fuimos a la del camarero paquisteño en Via Independenza. Las pizzas rectangulares se hacían trozos que se juntaban con trozos de otra pizza, haciendo pizza-bocadillos más que ricos. La gente comía muy rápido, pero sin prisas. Nosotros por nuestra parte nos pusimos hasta arriba. Después de comer fuimos a conocer la ciudad. Lo primero fue ver el supuesto canal de agua de Bolonia, el cual, tal y como se ve en la imagen de arriba, estaba más seco que la mojama.



Sin embargo, al lado de eso llegamos a una plaza bastante chula. Dicha plaza tenía tres lugares de interés: el primero, una estatua de Garibaldi, una de las principales figuras de la independencia y unificación de Italia (lo que, en un país de carácter tan nacionalista, le convierte en todo un referente); por otro, el teatro Arena del Sole, de estilo neoclásico; y, por último… ¡¡¡LA NUTELLERIA!!! ¿Qué se puede decir de ella? Aparte de que, a cualquier hora del día, el camarero que estuviese estaba loco como una cabra, todo estaba buenísimo. Nosotros nos centramos en los crepes, los mejores del mundo, pero la verdad es que había de todo. El camarero ya hablaba con nosotros, cuando le dijimos que “Io sonno españolo”.





Por más que hago memoria no me acuerdo de cuantas veces fuimos aquí, pero por lo menos 3 ó 4. A partir de ahora, a cada ciudad a la que vayamos tenemos que ver si tienen Nutelleria o no, porque si no no merece la pena.
Siguiendo la Via Independenza hacia arriba, llegamos al Parco de la Montarolla. Se trata de un parque enorme, que como tal tiene un mercadillo enorme que descubrimos al día siguiente. Justo antes de él está la Piazza XX Settembre, que tenía un montón de puestos con antigüedades y reliquias de Mussolini. Al final estaba la Stazione Centrale, principal cruce de vías ferroviarias del país. Allí había una carpa enorme con libros, discos y vinilos de segunda mano, donde compramos para el padre de Eri.

En cualquier caso, lo siguiente fue hacer una burrada. Según Google Earth, la ruta que hicimos, desde la punta norte de la ciudad hasta la punta suroeste, son como 7.5 kilómetros. Eso con los pies mojados. Eso sí, mereció la pena, ya que los kilómetros y kilómetros de pórticos, entre los que estaban varios edificios de interés (Collegio di Spagna, Palazzo Bevilacqua, Porta de Saragozza) nos llevaban a una empinada cuesta de 666 pórticos. Era preciosa, aunque muy oscura. Sin embargo, estaba llena de gente de la ciudad, que subía arriba para hacer deporte. La verdad es que fue una experiencia única, con el único pero de que en el pórtico 653 había una valla que cortaba el paso desde las 5 de la tarde, y no llegamos al final. Sin embargo, una vez bajados como 333 pórticos estaba el bendito autobús de la Línea 20, el cual nos llevó de vuelta al centro.



El resto del día fue más tranquilito: duchita en el hostal, paseo por la zona centro y cenita en el McDonald de Bolonia. Es muy parecido al de España, aunque algo más caro y tienen gambas. Que cansancio, por dios. Como ya es tradición en nuestros viajes, un masajito en los pies y a mimir, para coger fuerzas y darlo todo al día siguiente. ¡Prego! ¡Porca miseria! ¡Presto!

DIA 2

¡Viernes! :-P Tras tomarnos el chocolatito de la máquina del hostal, nos pusimos en camino hacia nuestro primer destino del día: el Museo Cívico Arqueológico. Tras una pequeña caminata nos metimos en el museo, el cual tenía la colección en obras y estaba bastante descolocado. Sin embargo, eso no afectaba a la zona egipcia, que estaba en la planta baja. ¡Qué chulada! Relieves de la tumba de Horemheb, una reconstrucción de la exposición de Belzoni de Londres, sarcófagos…



Respecto a la parte de arriba, la colección permanente, lo dicho: estaba en plena remodelación, y lo poco que estaba abierto estaba en muy mal estado. Los fondos del museo son impresionantes, desde el punto de vista griego, romano y medieval. Sin embargo, al no haber podido disfrutar de ellos en condiciones ponemos una marquita para volver al museo en el futuro.



Una vez visto “il musei”, volvimos sobre nuestros pasos para ir hacia las dos torres. Sin embargo, nuestro espíritu viajero se vio atraído por un pequeño mercado con mucho encanto. No solo por los “cojoni di mulo” o por los tagliatele que compramos, sino por estar mezclados entre la vida cotidiana de los boloñeses. Fue divertidísimo, y la verdad es que es increíble curiosear entre los puestos de fruta o de pescado y ver como en según qué cosas somos muy parecidos o totalmente diferentes.



Sea como fuere, pronto llegamos a la Piazza di Porta Ravegnana, donde nos esperaban las Due Torri. Son el emblema de la ciudad, y parecen sacadas de El Señor de los Anillos (aunque más bien es al revés).



Tras pagar 3€, nos decidimos a subir a ver la Torre Asinelli, la más alta de las dos y la única visitable. Subir los centenares de escalones de la torre es una experiencia gratificante, viéndote rodeado de madera que tiene cuatro veces más edad que la persona más vieja que conoces, y sintiendo lo mismo que sentiría un ciudadano de la Bolonia renacentista o medieval. Las vistas desde arriba son impresionantes, y, de hecho, vimos como avanzaba una manifestación que más parecía formada por pulguitas que por personas. La zona tiene especial encanto, por la inclinación de las torres y por el aroma que desprenden. Además, en torno a ella hay varios mercados como el que hemos visto antes.



En cualquier caso, una vez vimos las dos torres fuimos a la Pizza di Santo Stefano, donde unos hispanohablantes (vete tú a saber de donde) nos hicieron una foto. Sin embargo, como siempre pasa, nos hicieron la foto bastante descentrada. La plaza era muy bonita, además tiene una basílica conocida como “las siete iglesias” del románico.



Siguiendo en esa zona, bajamos a ver la Basilica di Santo Domenico. Allí está puesta la tumba del santo en medio de la plaza, seguro que el tío pasa fresco. A estas alturas ya íbamos teniendo hambre, y vimos una trattoria bastante chula… aunque pasamos de largo, porque estábamos algo perdidos y no teníamos ni idea de donde estábamos. Además, ya era hora de ir a la Piazza Maggiore a ver el cogollo de la ciudad.



De todas formas, como de costumbre, nos desviamos de la ruta… ¡Hacia un mercadillo gigante! Aquí no solo compramos “patuquitos” a un euro el kilo, sino que nos comimos un perrito caliente delicioso con cebolla y pimientos. Estuvimos hablando en italocastellano con un grupo de africanos, pero al final no les compramos nada. El mercadillo era bastante parecido a los que hay en España, con la misma sensación constante de folclore.



De aquí teníamos que ir a la Piazza Maggiore, el inicio y el fin de Bolonia, pero como siempre dimos un rodeo viendo varias cosas. Eso sí, el hambre apretaba y cada vez costaba más andar. Tras comernos una de nuestras pizzas, como no podía ser de otro modo, nos dimos un paseo por la Plaza Mayor. De aquí podemos destacar muchas cositas. La verdad es que la fuente de Neptuno la vimos por la noche dando un paseo, pero por el día nos dimos cuenta de que el agua les salía… ¡de las tetas!



Luego, en la catedral, tuvimos que entrar por turnos porque los malditos curas han puesto a un portero de discoteca en la entrada que no te permite entrar sin mochila. Mira que intentamos colarnos, pero el gorila de la puerta no nos dejó. Eso sí, ya que no nos dejaron entrar con mochilas hicimos fotos por dentro. La historia de la catedral es curiosa: resulta que el proyecto original estaba pensado para hacer el templo más grande del planeta, superando al del Vaticano. Cuando el papa se enteró, les dijo que nanai de la China y que la terminasen sin llegar a una determinada altura: por eso se ve una catedral hecha en dos mitades.



En la plaza había más cosas: el Palazzo dei Notai, el Palazzo Comunale, el Palazzo del Rei Enzo… La verdad es que es un sitio con mucho encanto, mucha gente joven y mítines políticos en los que ponen a Ska-P de fondo.
Aunque en la plaza nos estaba esperando un evento muy importante, antes nos dimos un paseíto por lo que nos quedaba por ver de la ciudad.



Bajando por la “calle de la Navidad” (una que estaba decorada con guirnaldas, y que se quedó con ese apodo) llegamos a la Iglesia de San Salvatore, y a la Chiesa de San Francesco. Esta última era bastante bonita, aunque los mendigos de la puerta de atrás daban un poco de miedo. En cualquier caso, después de ver esto eran como las seis de la tarde (de la noche, que anochecía muy pronto), y ya nos habíamos visto todo.



Eso sí, no hay que olvidar… ¡El Ciccoshow! ¡DIOS! ¡QUÉ BUENO! Fue de las cosas más divertidas de la ciudad. Por un lado, esas pastitas de chocolate que nos compramos para ir abriendo boca para la cena, y de las cuales una parte llegó a Madrid. Además, aprendimos que tienen una palabra específica para hablar de 100 gramos. Por otro lado, el turrón estaba duro. ¡Qué risa, por dios! Había una vendedora de turrón dando leches con el mazo, partiéndolo, y la cara que puso cuando el señor le dijo “¿duro, eh?” no tuvo precio. Lo mejor del Cioccoshow fue cuando nos regalaron algodón de azúcar. No sé como lo hacemos, pero siempre que vamos a algún sitio nos comemos un algodón de azúcar.



Una vez hicimos esto, la tradición de siempre: ducha, descanso… ¡Y masajito en nuestros pobres pies! La verdad es que ya somos unos expertos, pero siempre me haces cosquillas.

Tras ello, nos vimos la biblioteca (por la noche) y nos pusimos a buscar un sitio para cenar pasta. Fue difícil, porque ese tipo de platos eran caros, pero al final encontramos varios. Por fin, nos decidimos por un autoservicio que estaba al lado de la Nutelleria (y así matábamos dos curas de un tiro y nos comíamos un crepe). Es más, fue una matanza, porque no matamos dos curas sino tres: comimos pasta, un crepe… ¡y probamos una ensalada de con funguis y vinagre de Módena! Costó aliñarla, eso si :-P



Al igual que el otro día, el día se cerró en el centro neurálgico de Bolonia, la Piazza Maggiore. De todas formas ya estábamos cansados, y nos fuimos a nuestra habitación. Estuvimos viendo la tele, y había de todo: Gran Hermano, Supervivientes, Quién quiere ser millonario… ¡Igualito que aquí! Lo malo es que ya se iba acabando el viaje.

DIA 3

Como siempre que es el último día de un viaje, cuesta más de lo normal levantarse. Tanto es así, que íbamos a ir a la Pinacoteca Nazionale… ¡Y nos quedamos durmiendo! Otra tradición de los últimos días de un viaje es hacer fotos a la habitación en la que estamos, y esto no podía ser menos. Sin embargo, la pobre máquina de chocolate no fue fotografiada. De todas formas, para compensar le hicimos fotos hasta al chino de enfrente, descubriendo que allí en los restaurantes chinos venden pasta.

A pesar de irnos a la hora de comer, hizo un día especialmente soleado, como si la ciudad nos quisiese regalar un buen día para que volviésemos dentro de unos años. En cualquier caso, por ser el último día nos dimos una vuelta por una zona por la zona más alejada de la ciudad, en la parte del noreste. Entre otras muchas cosas, nos vimos unas cuantas iglesias: San Giacomo Maggiore, Santi Vitale e Agricola…



De todas formas, este fue el día de la nostalgia previa. Además, eso de ir por toda la ciudad con los dos maletoncios es más que complicado. Cuando ya nos vimos toda esa zona, nos volvimos a la Piazza Maggiore para, ya en nuestra Via Independenzza, coger el Aerobus de vuelta. Eso sí, como somos más chulos que un dos nos vimos la Basilica di San Pietro a última hora (tanto es así que tuvimos que correr para coger el autobús).



El aeropuerto, pequeñito y acogedor como dos días antes, dio de sí y nos vimos unas cuantas cosillas, como la tienda de Ferrari. Al final del todo, el terrible avión y las ganas de volver a esta pequeña pero encantadora ciudad.

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